lunes, 25 de abril de 2011

Molinos urbanos

Lugar: Molino XXIII
Dirección: Belgrano y Domingo Silva
Abril 2011





 ZERO ALCOHOL


En las entrañas de barrio Candioti, alejado del mundanal ruido y de las luces de la gran ciudad, asoma esta esquina pequeña pero cálida coronada justamente por las aspas de un molino. Con ubicaciones en vereda e interior, el único “pero” es sentir a cada rato el colectivo de la línea 14 doblar casi sobre la vereda y a punto de provocar un accidente (faltó poco para que se llevaran puesto autos estacionados, chicos en bicicleta y hasta un niño que se cayó desde la vereda mientras comía algo con sus padres). La atención fue correcta, y la comida más que abundante si consideramos el precio. Yo pedí una hamburguesa molino con papas fritas, que es una hamburguesa doble. Aunque no fue todo lo sabrosa que esperaba, desbordaba del plato y por 28 pesitos terminé con el estómago bien lleno. El Molino resulta un buen lugar para estar relativamente tranquilos y aislados, y comer abundante por un precio más que adecuado. El dato: las gaseosas pueden pedirse en envase grande.





  EL BARÓN DE LA CERVEZA


Recalamos en este lugar por recomendación de un habitué que ya tiene prácticamente una mesa con su nombre, y la verdad que no defraudó. Era noche previa a la llegada del TC 2000, y por eso también elegimos este destino, a sabiendas de que acercándonos al centro o a boulevares podíamos llegar a encontrarnos con lugares colmados. Un punto muy alto es la hamburguesa degustada por Zero Alcohol, aunque los lomitos no se quedan atrás, más aún teniendo en cuenta que no hay muchos lugares en esta querida ciudad que puedan jactarse de sus hamburguesas o lomitos y mucho menos a este precio. Las pizzas también son muy recomendables (un percance evitó que Armando Barreda y yo compartiéramos una, porque éste peñista debió retirarse antes que la misma llegara, pero de eso hablará él más adelante) y las porciones de papas a los cuatro quesos, como diría el bambino: "una mannntecaaa neeenee". Pero la vedette de la noche fue lo pedido por otro peñista, que descubrió unos bollitos de carne símil albóndigas que acompañó con una porción de papas fritas con provenzal que no pudo terminar. La bebida excelente, con la temperatura ideal. Tomé una Corona y me trajeron limón para acompañarla, así que me sentí un mariachi suelto en Santa Fe por un rato. Solamente la atención tuvo altibajos, por ahí una sola persona para atender mesas afuera y adentro es poco. A veces le ayudan y a veces no, pero nada grave. Molino XXIII una grata sorpresa, el "tapado" de la temporada.


 EL CATADOR TEMPLARIO 


Siempre cuento que, a mi parecer, una de las mejores y más baratas armas del marketing, es el "boca a boca" (a no confundir con la técnica de resucitación). Esta manera particular de promocionar un lugar, servicio, persona, equipo de fútbol o lo que fuera es algo que nace con una cosa tan sencilla, básica y de sentido común que justamente por eso muchos no la interpretan ( a sabiendas que el sentido común es el menos común de los sentidos) y que es el de la buena oferta sin matar el bolsillo. Esto que jueves tras jueves calificamos y que local tras local buscamos, llega a un punto de equilibrio (contabilidad de costos dixit) en El Molino. No voy a repetir lo dicho por mis compañeros en cuanto a morfi, simplemente recalco que nunca comí un lomito con un cacho de provoleta atroden sazonado con aceitunas rellenas y por un buen precio, acompañado con una gaseosa de 1.25 como a mí me gusta. ¿Es tan dificil? Creo que no, a ver "empresarios gastronómicos", dejen de mirarse un poco el ombligo y vean más a su alrededor lo que hacen los otros y copien las cosas buenas, que los clientes les agradecerán y seguramente gratificarán con su presencia. La contrapartida es que quizás necesitaría una persona más para atender, sumado que los espacios internos son pequeños (para cuando llegue el invierno y no podés estar arafue), la falta de oferta de postres y  la cocina que no está correctamente sellada para que, si entrás al baño, no se te pegue el bando a morfi. El resto muy correcto y recomedable, El Molino, volveremos.

 




Calificación General


3.83

martes, 19 de abril de 2011

Noches árabes en el centro santafesino

Lugar: MAKÁNUN DIÁAFAH - Hospitalidad Árabe
Dirección: 9 de Julio 2501
Marzo 2011

Con la llegada del invierno el blog va cambiando su estética. Comenzamos por la cabecera. Pero a medida que el frío avance, más cosas se adaptarán a la época. Estén atentos.




 EL CATADOR TEMPLARIO 


¿Tuvieron esa sensación de, cuando uno vuelve a su casa, sentir el aroma de la comida casera? Los sabores, las texturas. Pero hay algo más, es esa sensación de sentirse "como en casa". Y cuando ingresé al establecimiento en cuestión respiré ese aire, realmente muy acojedor y confortable. En parte creo que lo consigue el ambiente, pulcro y prolijo sin llegar a ser fastuoso. Recuerdo mis primeras visitas en su anterior encarnación en las inmediaciones del club Gimnasia y esgrima de 4 de enero. Entrar en este lugar es casi garantía de comer bien y por un buen precio. La oferta árabe es conocida por su calidad y las minutas son muy recomendables, la gaseosa familiar con buena temperatura y los lisos que iban y venían completaban lo gastronómico de modo más o menos esférico. Pero hubo una amenaza. Algo que formaba aristas. Algo que trataba de imponerse para lograr pasar de esa simpática forma de número 5 a un cubo o algo peor. Y sí, fue el servicio.

Como nos tocó vivir en la ya relatada "aventura nocturna de San Patricio", aunque no tan agudamente, el servicio dejó ver el lado flaco del establecimiento. 

Mozos sin designar para las mesas: a veces te atendía un rubio, otras veces un morocho, otras veces te atendían tres a la vez en una especie de avasallamiento progresivo donde los pedidos llegaban desparejos, se repetían o tardaban más que otros. El punto cúlmine lo aporto una peñista que certeramente vio pasar a uno de estos individos con un apetecible plato de ravioles con dedo pulgar incluído en la salsa. Quedamos en la duda si será alguna manera árabe de medirle la temperatura a la comida para que al comensal le llegue en su justa medida. Preferimos no saberlo. 

Más allá del tema mozos, el lugar siempre es recomendable. Es que en una fecha de fin de mes, en pocos lugares se puede comer con bebida y postre (buena comida, no hamburguesa ni choris) por treinta pesos. Por lo menos así, lo veo yo.





   ZERO ALCOHOL


Buena variedad de carta (especialidades árabes, minutas, parrillada, pastas, postres), buena calidad de la comida (mi milanesa de pollo con papas alcanzaba para saciar a una persona y estaba muy sabrosa, aunque la empanada árabe con la que abrí la noche llegó algo fría), pero floja atención (¿se dieron cuenta que es el punto débil de la mayoría de los lugares que visitamos?). Como dijo El Catador… los mozos desfilaban erráticos por nuestra mesa y demoraron en atendernos, aún con un 30% del salón lleno. Pero lo peor fue el recibimiento, con un muchacho que correctamente nos explicó que no podía guardar los lugares para los comensales que faltaban (hasta ahí todo perfecto), pero que nos dio un sermón sobre las reglas de admisión en cuanto a la vestimenta permitida en el local: nada de ropa deportiva, ojotas, musculosas, pantalones cortos, etc. El problema no es que el sitio busque preservar una imagen, están en todo su derecho, sinó el tonito soberbio con que se nos comunicó todo esto, y sobre todo sin necesidad ya que todos cumplíamos con las normas de admisión. Una mancha que apenas empañó una velada amena, multitudinaria, y en un sitio altamente recomendable por sus excelentes precios. Eso sí, el local no es muy grande y se llena rápido. Dejo al Barón… que entre en detalle sobre este tema.





  EL BARÓN DE LA CERVEZA


Hay lugares que siguen siendo un misterio para mí, y este es uno de ellos. Es una postal de nuestra Santa Fe en las noches de todo el año ese racimo humano que se agolpa en la esquina de 9 de Julio y Tucumán esperando pacientemente -y no tanto- por un lugar en las mesas de este establecimiento. A partir de las siete y media de la tarde ya pueden verse mesas ocupadas, y generalmente para las ocho la capacidad está colmada y comienza la espera en las sillas dispuestas afuera, en la vereda. Con estos precios y la calidad de la comida de la cual ya hablaron mis compañeros esto es muy lógico, pero lo ilógico es que el local no se amplíe, o que abran sucursales, sobre todo para mejorar la atención y la comodidad, que siempre fue el punto flaco del lugar. Preguntas que me hice muchas veces y cuya respuesta solamente tienen los responsables del comedor, por ahí con esta modalidad están cómodos y los números cierran... a mí los números me cierran siempre que los visito, pero de la comodidad no puedo decir lo mismo. 

Como no hay mucho lugar, las mesas se apretan todo lo que permite el espacio; no hay reservas, con lo que se obliga a la gente a ir tempranito para conseguir lugar o esperar en la vereda; y cuando el lugar está lleno (o sea siempre) el calor humano se hace sentir y el aire acondicionado se prende un ratito -como cuando en la cancha los bomberos alivian a la hinchada con unos chorros de agua- para minutos después apagarse, para repetir la operación un rato después... 

En fin, no puedo decir nada del precio, la calidad de la comida y bebida, los pilares por los cuales la gente sigue yendo desde hace años, pero sí tengo que poner la queja en la atención y comodidades que lejos de mejorar creo que han empeorado. Si uno se banca estas cosas, y como ya señaló el Catador, no hay lugar donde vayan a comer una entrada, un plato principal, un vinito San F. y postre (todo de gran calidad y en cantidades generosas) por alrededor de treinta manguitos. Excepto tal vez por El Vesubio, también de raíces árabes, emparentado con este comedor visitado por Sin Buscapina, pero eso será parte de alguna futura reseña. ¡Hasta otro jueves, peñistas!










Calificación General


3.72



martes, 12 de abril de 2011

¿Y dónde está la sal?

Lugar: Club Sportivo Candioti
Dirección: Gdor Candioti 1955
Marzo 2011






  EL BARÓN DE LA CERVEZA


Hace un tiempo un peñista hoy radicado en la capital cordobesa me hizo conocer este lugar con fama de tener excelente parrillada y pastas caseras. Alguna noche de invierno me acuerdo haber disfrutado unos fabulosos ravioles con mixta. Pero atrás quedó esa noche, ésta, a pesar de que fue una peña animada, numerosa y con reencuentros gratos, no lo fue tanto en el aspecto gastronómico. 

El hecho de haber estado a un 40% de mi capacidad debido a una "ingesta medicamentosa" no quita que los ñoquis a la crema que pedí no tenían gusto... y por lo que comenté con los demás peñistas mi caso no fue el único. Tomé gaseosa, está bueno que tengan versiones familiares; la cerveza en frapera también es un punto a favor, el lugar está a cubierto, muy bien para invierno, pero para una noche de otoño se sufrió un poco el calor, no había ventiladores encendidos. 

Los precios están bien, aunque a los platos no les sobra nada. Mucha gente, familias y otros peñistas, se ve que el lugar es de visita obligada para muchos que ya lo conocen. En mi caso particular, me fui con sabor a poco (literalmente), tal vez en otra oportunidad la cocina esté más inspirada. Para visitar alguna noche fría, sin ponernos demasiado exigentes.


 EL CATADOR TEMPLARIO 


Sentimientos encontrados....
Esa frase (propia) sonó en la mesa y varios peñistas se adhirieron. ¿Cómo explayar sobre lo dicho? Digámoslo así. Es un día de frío. De esos de invierno, crudo. Hay nubes altas que no predicen lluvia pero que bloquean lo suficiente los rayos del sol como para impedir calentar la lleca y el corpore. Por alguna razón fuiste a Paraná, visitas de amigos, novia, paseo o simplemente a tomar unos mates al Urquiza. Día domingo. Volviste tarde a propósito para evitar el tráfico. Promedian las 22 hs y el Fluviales te dejó en la terminal. Volvés a paso acelerado con las manos en los bolsillos para no enfriarte y llegar a tu casa en el barrio Candioti sur, en ese momento caés en la cuenta que no te quedan ni cubitos para la sopa. Todo cerrado. Entonces te acordás del Sportivo Candioti. Y allá enfilás. Esta sería una crónica con final feliz. La búsqueda de una persona, hambrienta, tardía, sin nada en la heladera.


Cosa que no nos sucedió. No fue un dia de frío. No fue la falta de calditos lo que nos llevó a congregarnos en Candioti casi Candioti. No hubo ese romanticismo en el anhelo de la comida por saborear. Nada de eso. Las pastas un tanto desabridas (en mi caso los canelones) no tuvieron que calentar nada. La falta de memoria de la moza comenzaba a impacientar porque se le perdían los ñoquis en su libreta, impacientaba también la violencia con la que tiraba la panera (una para toda la mesa) con la que te revoleaba los platos, chocando con los vasos, es decir la falta de tacto.


Desentonaba el queso del "queso y dulce", no pegaba, estaba muy duro, la porción era escasa por lo que valía. Fue la opción para la falta, la ausencia, del bombón escocés, que le vamo' a hacé. Es decir, la noche se presentaba bien, la compañia de los peñistas era óptima, el lugar presagiaba: club de barrio, mesa a reservar (lo que prometía mucha gente = buena comida - la ecuación que no falla del "bar de camionero"-).


Todo eso que prometía quedó sin nafta. Parecía Racing en el segundo tiempo con Lanús, sin nafta.  Que espero de un lugar así? La CORRECTA gaseosa familiar (estuvo). Los panes/ grisines con el plato de rulitos de manteca. El mozo/a canchero. La carta abundante (estaba, con varidad de vinos para el que gusta) la comida en buen plato y degustable. Y un par de etcéteras. Quizás fue mi error el seguir la pauta de las pastas. Tiempo atrás con otros comensales uno de ellos pidió un entrecot con tortila de papas y se lo envidié. Cuando, en la pasada noche del Jueves, lo ví en la carta lo pensé. Pero me ganó la tendencia.
Sentimientos encontrados....



  ARMANDO BARREDA


La verdad, la noche prometía: era un lugar que no conocía, pero me contaron de su fama en parrilladas y pastas (ya me había decidido por estas últimas aun antes de llegar), y a esto teniamos que sumarle la ya confirmada presencia de varios amigos.


Del lugar puedo decir que no me decepcionó. La cerveza que pedimos estaba bien fría, y aunque hubiera preferido unos buenos lisos, fue una buena alternativa. La carta me pareció accesible y la moza se desempeñó bastante bien aunque parecía algo novata: en este caso los mozos eran todos jóvenes, pero bien igual. La comida, ravioles con tuco, se notaban caseros aunque para mi gusto les faltaba sal. En un principio creí que era sólo una maña mía, pero luego lo confirmé con el resto de los comensales. Finalmente pedí un plato extra de puro glotón, budín de pan con dulce de leche, que generó la envidia del resto de mis compañeros.


En síntesis quedé conforme con el lugar, creo que siempre quedan cosas en el tintero, pero en lo personal insisto en que quedé conforme, y sin duda un plus extra por haber cenado con la inolvidable compañía de viejos amigos con el fondo musical de Placido Domingo y Virginia Tola.



   ZERO ALCOHOL


Poco que agregar sobre esa velada en feriado extra-largo, salvo unas poquitas apreciaciones personales. El ambiente de club me remitió a los comedores de antaño (familiar, con una acústica algo ruidosa), la moza estuvo atenta (no coincido con El Catador en que fuera violenta), y los ravioles que degusté realmente estaban desabridos y hasta algo fríos (mi comida llegó 10 minutos después que la del resto a pesar de haberla pedido al mismo tiempo). Igualmente pienso darle una segunda oportunidad cuando el termómetro no marque más de 18 grados y las calles se pueblen de gente con bufandas.








Calificación General


3.04


martes, 5 de abril de 2011

De noche "VERDE" a noche "NEGRA"

 
Por El Barón de la Cerveza


El jueves 17 de Marzo, noche de San Patricio -uno de esos festejos importados que adoptamos al sólo efecto de chupar-, habíamos consensuado que daba para que Sin Buscapina vaya a contramano de la festividad irlandesa y disfrute de una buena parrillada con el vino tinto más argento que hubiera.

A la hora de decidir dónde rumbear para saciarnos de carne vacuna, recordé mi viejo y querido barrio sur y los buenos comentarios que tenía de la parrilla del Club Kimberley. Los demás peñistas aprobaron la propuesta y alrededor de las 20 hs, Zero Alcohol y yo estuvimos a las puertas del club... para encontrarnos con un cuadro desolador: Solamente los muchachos que practican básquet estaban en el lugar, no había ni una brasa encendida, ni el fantasma de un asado flotando... Panorama complicado. Doy aviso al Catador Templario que estaba a pocas cuadras del lugar y decidimos un plan de contingencia: debido a que Sin Buscapina carece de móvil, pareció una buena opción para tristes peatones recalar en la Chopería Urquiza, en la esquina de Urquiza y Uruguay, a pocas cuadras de Kimberley.

 Ese humilde reducto había dado satisfacciones en otros tiempos, pero hacía mucho que no lo visitábamos... tanto tiempo que no sabíamos que ya había cerrado sus puertas. Un vendedor de cd's y películas de procedencia y calidad "non sanctas" gobernaba la que otrora fuera la puerta de ingreso del establecimiento, que se veía oscuro y silencioso. Los tres peñistas continuamos así nuestra peregrinación cabizbajos y desanimados, con hambre y sed "in crescendo", internándonos paso a paso cada vez más en la oscuridad del sur de la ciudad.

En el errático deambular, íbamos reflexionando y protestando por la falta de opciones de la zona. Un lugar por el que pasamos fue el club Villa Devoto, que enseguida descartamos a expensas de Zero Alcohol, debido a que los habitués del lugar -según su propia percepción- nos observaron a través de una ventana como lo harían leones a gacelas extraviadas de su manada. Tomamos Avda. J. J. Passo y llegamos a la puerta misma de Brazas Negras, restó/parrillada del Club A. Colón, pero tampoco pareció el lugar indicado para recibir a Sin Buscapina. Ni siquiera parecía estar abierto al público.

La noche ya se nos antojaba una broma de mal gusto del Santo Patrono irlandés, que se nos cagaba de risa como lo hizo hace milenios con los druidas que lo rechazaban. Además, para agregar dramatismo, había dos peñistas invitados que nos rastreaban vía mensajes de texto y no sabíamos decirles dónde íbamos a terminar reuniéndonos.

Finalmente, la travesía nos llevó por Avda. Freyre nuevamente hacia el norte de la city y arribamos a un lugar ya conocido, que durante el verano fue visitado varios jueves seguidos debido al buen promedio general que arrojaba: El Bar el Parque II, en Avda. Freyre y Juan de Garay.

Agotados, famélicos y sedientos, los tres aventureros peñistas finalmente pudimos distendernos y disfrutar, ya no de una parrillada, sino más bien de "lo que haya", aunque las peripecias de una noche que comenzó y terminó "complicada" no iban a finalizar al tomar posesión de una mesa, aunque eso será parte de mi comentario sobre el lugar. Sobre la parrillada y el vino tinto... posiblemente haya revancha pronto, si la suerte le cambia un poco a Sin Buscapina... ¡Perdón San Patricio, en nombre de los heréticos peñistas!

Un enemigo en el parque

Lugar: BAR EL PARQUE 2
Dirección: Juan de Garay y Av. Freyre
Marzo 2011







 ZERO ALCOHOL

La noche de San Patricio estaba predestinada al fracaso. O casi. Ya habrán leído la reseña de El Barón... sobre los problemas que sorteamos para conseguir un destino por la zona sur. Arribamos finalmente a un sitio que en el pasado nos había brindado muchas satisfacciones. El Bar El Parque combina una ubicación ruidosa pero atractiva (plena avenida con amplio cantero central arbolado), muy buenos precios y una comida que deja satisfecho al peñista más exigente. En mi caso decidí probar el menú del día - hamburguesa con papas rejilla - y que fue rematada con un volador rebosante de queso. Todo abundante y delicioso, salvo por las papas que estaban frías. La gaseosa helada aportó la necesaria dosis refrigerante tras una caminata de casi una hora en una noche bastante cálida. Los acontecimientos se fueron dando dentro de lo previsto salvo por un detalle: la atención. No tuvo que ver con la espera (todo fue servido en tiempo y forma), sinó con el servicio de un mozo que no estaba en su mejor noche. La recomendación del menú fue de él, detalle que se le agradeció. Pero cuando hubo que ampliar la mesita que ocupábamos ante la llegada de un quinto comensal, su promesa de agregar una nueva quedó en nada. Esto llegó a provocar un lamentable incidente con volcadura de bebidas y comida mojada que no voy a detallar aquí. Sumado a la celeridad nerviosa que parecía dominar su cuerpo, fue difícil sentirse cómodo ante su presencia. Al momento del volador, por ejemplo, no trajo los cubiertos necesarios y todo amenazó con convertirse en un enchastre. Finalmente, una cuenta muy poco clara que pagamos sin poder comprobar los consumos reales (dos peñistas se habían retirado antes de tiempo) terminó de coronar una noche accidentada por demás. No obstante el sitio merecerá una nueva evaluación a futuro, porque como dije al principio, lo que sucedió esa noche de San Patricio estuvo teñido de un extraño halo de sucesos inesperados que alteró nuestro juicio para mal.





  EL BARÓN DE LA CERVEZA
Es imposible no tener en cuenta que en este mismo lugar tuvimos noches mucho mejores que ésta, pero también el hecho de que no estuvo todo tan bien como en otras oportunidades está atado a un sólo apartado: el mozo. Todo lo demás muy bien, ya lo verán en mis calificaciones, pero en el mozo me voy a detener porque este es un ejemplo de cómo un sólo ítem puede terminar empañando una noche y, sobre todo, la calificación para un lugar que suele ser muy recomendable. Todo lo que reseñó Zero Alcohol sobre él ya ilustra bastante su desempeño, pero me queda agregar que cada diálogo con este señor parecía un enfrentamiento, o al menos él lo tomaba así. Si hacemos algún pedido, o reclamamos algo que falta, o señalamos que no nos "cierran las cuentas", no es para hinchar las pelotas, es porque de alguna manera no estamos conformes, y damos la oportunidad de solucionarlo. En el caso de los números, por ejemplo, nos cerrás la boca enseguida, con educación, dando -se me ocurre- un ticket con un detalle claro, no un papel escrito con lapicera donde tiene una suma que no dice ni a qué corresponde. Tampoco está bueno que si le decís "Nosotros sumamos otra cosa", te contesten "Problema de uds. chicos, yo les doy lo que es, lo que sumaron uds. es cosa de uds." Ok, parece que este mozo jamás se equivocó en una suma. Cuando a uno le hacen sentir que le están haciendo un favor, o que por estar sentado ahí está jodiendo, después no me importa que el precio sea bajo, que la comida y la bebida estén muy bien, que el lugar sea copado, ya me cagaste la peña y no me dan ganas de volver. Pero en fin, vuelvo a lo que dije primero: en este mismo lugar tuvimos noches mucho mejores que ésta... y las volveremos a tener. Vayan que ha sido siempre una excelente opción peñista, espero que les toque otro mozo, o si les toca el mismo, que ya se haya amigado con su trabajo.



 EL CATADOR TEMPLARIO 


Como Uds se pueden imaginar mi crítica sobre lo acontecido en la oscura noche de San Patricio en el sur de la ciudad debería dividirse entre los sucesos previos al arribo y al lugar en sí. Como de lo primero se encargó el amigo Barón, vamos a los bifes. Y esta expresión nunca vendría tan acertadamente porque el tamaño de las hamburguesas caseras y la porción de fritas del "menú ejecutivo" eran memorables. Me quedé con las ganas de probar los escalopes de pollo que venían como segunda opción, pero la relación precio/calidad prometía y mucho. Me quedé con probar algo que nunca me defraudó y que son los voladores, sencillos, sabrosos, rendidores y económicos, justo para el bolsillo flaco del momento. El liso que acompañaba, más que bueno con la temperatura. La visión general, si bien no estaba habilitado el sector de mesas del cantero central de Av Freyre, se dejaba disfrutar con los palos borrachos florecidos. El tema mozo, a ver como lo encaramos sin repetir. Lo noté un poco hostil en general, salvo en los momentos en que la peñista ocasional intentaba sacarle fotos. Allí el garzón esbozaba alguna sonrisa y como que se "ablandaba", certificando que "la carne es débil". La sucesión de eventos inesperados (y trágicos) para con mi volador resultado de la falta de ganas del empleado de hacernos sentir más cómodos y la ausencia de mesas cuadradas que hacen mucho más práctica la disposición de los comensales, fomentan que en el futuro a la hora de visitar de nuevo el lugar la conducta para con el mozo sea más áspera. No presencié el desafortunado hecho de las diferencias en la factura, que seguramente nos habría obligado de haber estado todos presentes a asentarnos en una posición firme y de hacer valer nuestros derechos como consumidores, exigiendo una factura legal y oficial y hacerla corresponder con la carta del lugar. Hago especial aclaración de este punto ya que se configura en la génesis de nuestro querido blog: HACER VALER NUESTROS DERECHOS COMO CONSUMIDORES.

Quiero agregar un detalle no menor: en otras oportunidades que hemos visitado este reducto del sur de la ciudad principalmente atraídos por la temperatura del liso para mitigar los calores del verano santafesino, ya he notado la hostilidad del personal de atención al público. Como que no se sienten a gusto, como que los clientes les hinchan las pelotas, llámelos como Ud prefiera pero se hacen sentir. Aspecto éste que le restará muchísmo en el promedio general. Una verdadera lástima ya que actúa como contrapeso de los puntos a favor citados anteriormente.







Calificación General
 

3.39