lunes, 17 de diciembre de 2012

Un caso de mala praxis

Lugar: 1161 Restó
Dirección: Suipacha 2151
Diciembre 2012





ZERO ALCOHOL


Perdido en una zona predominantemente oscura y que destilaba inseguridad por varios rincones, el local apareció ante nuestros ojos como un oasis salvador. El ambiente causó muy buena impresión en mí, con una amplia disposición de mesas y estilo clásico, buena acústica, y aire acondicionado en su punto justo.  Esperando al resto de los comensales decidimos degustar unas sabrosas empanadas de carne. Que demoraron un poco, detalle al que no le dimos importancia…y que nos arruinaría la noche. No hablaré yo del incidente con los lisos, mencionaré apenas que mi coca zero era la última que les quedaba. Más señales de que algo raro estaba gestándose.

Ya con el reloj marcando algo así como las 21:30 decidimos hacer el pedido general. En mi caso, tentado por las pastas libres que tienen los días de semana (menos los viernes), decidí comenzar por unos ravioles de ricota con salsa mixta. Charla va, charla viene, los minutos pasaban y pasaban, y las tripas reclamaban por su alimento. Treinta minutos, cuarenta minutos, cincuenta minutos… A nuestro alrededor las mesas se ocupaban y recibían sus platos en tiempos lógicos. Pasada la hora, por fin los platos empezaron a arribar. En ese mismo momento, y previendo futuras demoras, aproveché para pedirle a la moza el siguiente plato: tallarines con mixta. Los ravioles estaban deliciosos y con la temperatura justa. El problema es que casi hubo que amenazar con hacer estallar una bomba para que la moza nos trajera el pan. Cosa que hizo con los platos ya a medio terminar.

Todos terminamos nuestros platos y ya se empezaba a especular con el postre mientras yo todavía esperaba los tallarines. Plato que en mi casa preparo en menos de 15 minutos. Pero que acá, una hora después de pedirlos, con el local casi vacío, aún no aparecía. Una de las peñistas, en su camino al baño, se ofreció a recordárselo a la primera moza que encontrara (la nuestra hacía más de media hora que no daba muestras de vida). A su regreso y con los ojos casi desorbitados me comunicó la cruel verdad: la cocina ya estaba cerrada. Con una indignación que superaba con creces la mía, volvió a la zona de la cocina y consiguió que descongelaran los tallarines y me los cocinaran.

Por supuesto que el plato me lo trajo OTRA moza, y con menos demora. A la mina que nos atendía no le dio la cara. Apenas reapareció para cobrarnos. Calientes por este y otros motivos que revelarán los demás peñistas nos levantamos y por primera vez en la historia no dejamos propina.
Una pena que un buen lugar como 1161 se haya empañado por el mal desempeño de esta inútil.



ARMANDO BARREDA



Bueno, luego de una larga ausencia retomamos las noches de peñas y lamentablemente no arrancamos de la mejor manera. Y es una lástima que no fue  la noche que prometía por que en verdad empezó bastante bien. En cuanto a la atención, por mas onda que le ponga a esta crónica, dejó que desear. No fue la noche de la moza que nos tocó en suerte y ello opacó la reunión, desde olvidarse una ronda de lisos a quizás lo mas extraño, no traerle un segundo plato al pobre Zero Alcohol que relamiéndose había pedido pasta libre. En cuanto al resto de los ítems no descollaron tampoco, el lugar es amplio y nos resulto cómodo. La comida estuvo en mi caso bien, pedí de entrada una empanada de carne y continué con una pizza a medias con la condesa, de rúcula y cebollada. En cuanto a la bebida, cuando llegamos la chopera estaba rota así que arrancamos con una cerveza negra. Afortunadamente el inconveniente del chopp se solucionó y pudimos sacarnos el gusto de los lisos, no tan fríos, pero tomables al fin. Resumiendo, no fue el mejor arranque de temporada que podía pedir, pero habría que darle una nueva oportunidad aunque sea solo para sacarnos la duda de si solo fue una mala noche.

 
 


  EL BARÓN DE LA CERVEZA


 Así como era difícil saber quién engañó a Roger Rabbit, también me resulta difícil reseñar qué pasó en 1161, amigos peñistas. Una noche que podía haber sido idílica, terminó viéndonos retirar malhumorados por lo que pudo ser y no fue, pero voy a hacer el intento: el comienzo fue fantástico. Nos recibió muy bien la moza que luego nos atendería (a la postre, la femme fatale de la historia), y como fuimos los primeros en llegar, nos ubicó en la mesa que más nos gustó. Esperábamos más gente, así que picamos una empanadita muy buena para hacer tiempo, mientras comentábamos que el lugar estaba bueno. Lo hacíamos más chico, pero el espacio está más que bien. Aire acondicionado al nivel justo, televisor, y más allá que no había lisos porque, según nos explicó nuestra moza, la chopera había salido de servicio en la víspera, saltó a la cancha la cerveza Imperial, que llegó helada y fue un disfrute. Acá comienzan mis cuestionamientos: voy a dejar pasar que la cerveza, a mi entender, está un par de pesitos más cara de lo que debería, solamente me voy a centrar en que, ya que me traés una cerveza helada, me gustaría que me traigas un balde con hielo (o frapera, si lo prefieren), o por lo menos una conservadora individual para que ese estatus de "helada", no mute en cuestión de minutos en "caldo intomable". Pero vamos a dejar pasar esto también, la solución está en apurarse a tomarla, y la verdad que no cuesta mucho. Después de las deliberaciones, llegó el momento de pedir la comida. Todo tentaba, pero guiado por recomendaciones de amigos, y reafirmado por la moza, las pastas caseras eran la elección que se imponía por sobre las demás. Pedí unos sorrentinos de muzzarella y jamón, con mixta... aunque antes, junto a la Condesa Descalza, dimos cuenta de unas rabas que me parecieron manjar de dioses. Exquisitez que no olvidaré por mucho tiempo. Y esta última palabrita, justamente fue el problema: tiempo. Ya la llegada de las rabas se había demorado excesivamente, como si las hubieran ido a buscar en bicicleta al mar en el momento que las pedimos. Si bien el lugar comenzó a poblarse para esa hora, nunca estuvo lleno a reventar, y los sectores parecería que debían haber estado bien cubiertos por las dos mozas y los dueños, que también colaboraban de tanto en tanto, pero de repente nuestra mesa parecía haberse convertido en la "Mesa Invisible". No parecían darse demoras en ninguna de las otras, así que demorar 40 o 50 minutos para ponernos los platos enfrente, me parece imperdonable. Cuando por fin llegaron, los sorrentinos caseros estaban impecables, delicia al nivel de las rabas, pero siendo que tres o cuatro peñistas habíamos pedido pastas, ¿hay necesidad de tener que pedir que nos traigan pan a la mesa? De más está decir que cuando éste llegó (luego del reclamo), ya me quedaba menos de la mitad del plato de sorrentinos y la temperatura de la salsa mixta se acercaba rápidamente a niveles bajo cero. Esto me da pie a volver sobre el apartado bebida: cuando íbamos a cambiar la cerveza por vino tinto, para acompañar las pastas, la chica nos avisó de la resurrección milagrosa de la chopera, con lo que rápidamente pedimos una ronda de rubios lisos... Ni estaban fríos, ni venían rápido, de hecho entre una ronda y otra llegaron a pasar 20 minutos... sin palabras, porque tengo seca la garganta todavía. Zero Alcohol ya contó su propia experiencia con sus "pastas libres", pero a esta altura, orillando la medianoche, no había humor para probar postres. Queríamos irnos para no volver. Una pena, porque el lugar tiene un ambiente muy peñista, familiero, y tanto la comida como los precios están muy bien... pero a veces, y más en esta época de cambios de era y profecías mayas, pasan cosas extrañas, inexplicables... e injustificables.










 LA CONDESA DESCALZA


Casi que no queda mucho que agregar a lo que dijo el Barón, así que vamos en orden:
Llegué a eso de las 21:30 y la moza se dignó a acercarse a la mesa, recién a las 21:45. Llegó con la novedad de que habían arreglado la chopera, así que pedimos lisos...craso error, apenas frescos y después de 15 minutos de espera.
Pedimos comida, pensando el postre que ya había elegido, me decidí por una pizza, mitad rúcula, mitad cebollada. Llegó tibiona y después de una hora y cuarto!!!! Estaba rica, no alucinante como lo habían estado las rabas, pero total y absolutamente comestible. Un único detalle, la cebolla de la cebollada estaba cruda, como puesta al sacarla del horno, como es cuestión de gustos, no le resta puntos.
A esa altura de la noche, clamábamos por otro liso, pero nada....la moza brillaba por su ausencia y su mala onda cuando aparecía.
Finalmente, nos fuimos a eso de las 12, sin postre y con humor de perros.
Una lástima, porque el lugar prometía. Quizás, más adelante y esperando que la moza en cuestión se haya ido, decida darle otra oportunidad.


 

 
Dr NO

¡Me encanta cuando me dejan servido el comentario! No me malinterpreten. Yo soy bueno por naturaleza, pero exigente. En el mundo priorizo el equilibro. Si una pata falla se cae la mesa, se tropieza el rengo, los patitos se quedan sin mamá. Y si la atención es mala no puedo evaluar con objetividad el resto de los rubros. Ya se enteraron de los problemas que padecimos. Nos amagaron con los lisos, nos demoraron los platos de manera imperdonable, hubo que insistir con el hielo, y hasta casi nos negaron el pan!!!! Ya me estoy calentando. ¡Menos mal que pedí un solo plato de ravioles! ¡¡¡Si hubiese sido Zero Alcohol, hubiese seguido con las pastas hasta las siete de la mañana!!!!!!!! ¡¡¡Pavota, vos que nos cagaste la noche, la próxima te quiero ver lavando los platos!!!! ¡¡¡¡Menos mal que no puedo calificar con -10!!!!

 











Calificación General


2.45