Lugar: La Brava Restaurante
Dirección: Ituzaingó 1117
Junio 2013
El Barón de la Cerveza
Dirección: Ituzaingó 1117
Junio 2013
En algunas ocasiones me resulta que tomo conciencia de ciertas cosas unas horas más tarde, a veces es una resultante de la mente agobiada por el trajín del día y que no procesa alguna información en el momento, más, éstos datos permanecen guardados y no bien la mente al descansar se refresca los mismos son analizados sopesados y se llega a alguna conclusión.
¿Por qué comenzar con ésto? Bien, llegué la noche en cuestión a la acostumbrada reunión de amigos en La Brava, un lugar bien ubicado, de nuevo, situado en el barrio Candioti Sur. El sitio otrora resultaba ser un lugar tipo pub con música Chill out, luego convertido en un restó auspiciado por una conocida marca de cerveza y ahora remozado y reeditado.
La carta ofrecía variedades (veganos abstenerse, seguimos con ese déficit en la ciudad) pero lo que llamó la atención a varios comensales fueron las pastas y allí nos dirijimos.
Personalmente opté por unos tallarines que se publicitaban como caseros y servidos al dente, en las salsas (que no tenían precio) me incliné por la Parisienne.
Lo primero bien, eran caseros indiscutiblemente, pero ¿desde cuándo los tallarines vienen todos cortados?? algo que se llame pasta que tenga más o menos 4 cm de largo son otra cosa pero NO tallarines.
Previo me olvidé comentar la entradita, una empanada al horno caprese, muy rica masa, buen relleno, peeeeeeeeeeeeeeero, la caprese tiene aceite de oliva y albahaca, si no, yyyyy no é caprese, es una empanada de tomate.
Los postres se veían muy tentadores, mi elección fue una Irish cup que resultó ser un vaso con una bochita de helado de americana, un poco de licor y whisky y casi imperceptible, un toquecito de chocolate rallado o sea, un furcio.
Un tema del que estoy HARTO es de los lugares ambientados top, lleno de gente bien vestida y que no tienen un adecuado sistema de ventilación. Ésto es, entrás limpio y salís como si hubieses estado al lado de una freidora, una plancha de hacer bifes o una olla de locro ¿hace falta que lo repita más de una vez para que lo entiendan? Creo que con la reseña de hoy le dejo poco margen al Dr. No, sepa disculpar.
En fin, ¿me entienden ahora? el relato sobre algunas de las funciones del cerebro venía a colación que, a veces uno sale (al menos a mí me pasa) satisfecho de un lugar, contento con la compañía y la charla y no termina de haber procesado todos los estímulos, pasadas unas horas la mente pasa la factura y el balance resulta hacia un lado o hacia el otro del libro.
Bastante para mejorar desde mi óptica, mis compañeros han tenido mejor resultado a mi parecer, se los dejo a su criterio, dijo una conocida modelo.-
El Barón de la Cerveza
Me fui de La Brava con la sensación de entender la idea, pero seguro de que no está bien ejecutada. Me explico: entiendo el cambio respecto de los lugares que funcionaron ahí antes. Esto apunta a otro público, más bien "paquetón", más seriote, de paladar exquisito y cuentas bancarias regordetas, así que tal vez varios de nosotros, que somos más de llegar en colectivo, pelear el precio del tomate en la verdulería del barrio, y que no reconocemos mejor plato que una milanga que se sale del plato con una porción de fritas que acusa medio kilo en la báscula, nos hayamos sentido "fuera de hábitat". Ahora bien, creo que tampoco el público al que apuntan vaya a irse del todo satisfecho, ya que hay cositas que mancillan la experiencia. A saber -algo ya dijo El Catador-: el extractor de aire: al menos en el sector donde estuvimos, no llegaba a cumplir su cometido, ergo: hedíamos a frituras al salir del lugar. Punto dos: los baños. ¡Papá! Para llegar a los mencionados, abrí una puerta, bajé -o subí, no me acuerdo bien- una escalerita y salí a un espacio descubierto. Estaba oscuro, frío y desolado. Era como si hubiera dejado el set de filmación de una película, donde todo estaba medianamente cuidado, musicalizado e intentando crear un ambiente cálido y agradable, y ahí cayeran las máscaras y se viera la cruda realidad. De pronto la música y voces quedaron lejos. El ruido del motor de algún artefacto de la cocina era lo único que oía. Hablando de máscaras, atravesé esos metros hacia los sanitarios con la sensación de que iba a aparecer tras de mí un asesino enmascarado al estilo Jason o Michael Myers y me iba a destazar a machetazos. Por suerte viví para contarles la experiencia, pero cuando volví a la seguridad del interior y me reuní con los demás peñistas, había envejecido unos años. Otro punto oscuro fue un caño que forma parte de la estructura que sostiene el techo y que bajaba perpendicularmente dividiendo en 2 la mesa que ocupábamos. A las chicas que hacen poledance les puede parecer un detalle copado, pero ninguna de las de nuestra mesa se animó a mostrar sus habilidades con el caño, así que sólo sirvió para incomodar. Por lo demás, pasando concretamente a la comida y bebida, las pastas llamaban mucho la atención -y también los precios, pero no precisamente por bajos- así que pedí unos canelones que resultaron muy buenos, tanto por cantidad como por calidad. Un plato titánico, del que di cuenta con esfuerzo y dedicación. El precio entonces ya no me pareció excesivo. Estaba acorde a la generosidad de la porción. La bebida muy bien. Hay una linda carta de vinos, que agradecerán y apreciarán los borrachines como este servidor. El postre, en mi caso, acompañó sin desentonar. La atención cooorrecta. Al menos la noche que fuimos sólo había mozos hombres, así que tomen nota las mujeres peñistas. Una desilusión para nosotros, muchachos... (bueno... muchachos que gustamos del sexo opuesto, al menos). Para redondear una reseña que ya se fue muy larga, visiten La Brava y saquen sus propias conclusiones, porque a mí me dejó la típica sensación de trailer de cine, donde parece que vas a ver la película de tu vida y después resulta ser "una más". Tal vez, puliendo detalles, el plan funcione, mientras tanto, la noche que recibió a Sin Buscapina, me pareció un "ni".