Dirección: San Luis 3000 (esq. Crespo)
Junio 2011 EL BARÓN DE LA CERVEZA
Venía dura la convocatoria para la peña. Se habían anunciado varias ausencias para aquel jueves, algunas justificadas, otras no tanto -excepto que justifiquemos a los que con veintitantos años se quieren acostar a las ocho y media de la noche porque tienen frío-, y debido a que para las 5 de la tarde estábamos confirmados tan sólo El Catador Templario y quien suscribe, en algún momento hubo voces que hablaron de (¡horror!) suspender la cita obligada de todos los jueves. ¡Pero no señores, por más que no contamos entre nuestras filas a Zero Alcohol ni a Armando Barreda, El Catador y El Barón dejaron bien en claro que Sin Buscapina tiene un compromiso asumido con los peñistas santafesinos y no piensa dejarlos un sólo jueves sin reseña, caiga quien caiga!. Finalmente, tras varios llamados y mensajes de texto, el esfuerzo fue premiado con un resultado óptimo: fuimos 8 los que nos sentamos a la mesa de Marco Polo, y por un imponderable no tuvimos una peñista número 9, sin embargo descuento que en algún otro momento nos acompañará.
La primera impresión al cruzar la preciosa puerta vaivén que dejó afuera el frío de la noche podría resumirse en una rara mezcla entre la admiración y el miedo. Voy a dejar que mi compañero peñista se explaye en cuanto al edificio, pero adelanto que la admiración viene por ese lado: el lugar es imponente, muy bien decorado, iluminado, es cómodo, cada detalle está cuidado tanto en las mesas, en la carta, los baños, la atención... y acá es donde entró a jugar el miedo... ante tanto lujo, me corrió un frío por la espalda al pensar en lo que sería enfrentar los precios. Abrí con mano temblorosa la carta, mientras la otra mano se iba instintivamente a la billetera como si tratara de protegerla. En el último segundo crucé una fugaz mirada con Marco Polo, que desde un cuadro que gobierna el lugar pareció reírse de mí de antemano. Imaginé un plan para nuestra huida masiva, pensé aplicar la excusa de alguna noticia funesta o algo así para ganar la puerta y terminar en algún lugar más acorde a nuestros castigados bolsillos de asalariados... y entonces vi los precios y me relajé. Tranquilos peñistas, si bien no me atrevería a calificar al lugar como "barato", los precios son una grata sorpresa para lo que uno puede esperar de un restó de muy buen nivel como éste. Ya sin miedos, le entré a las pastas, comí unos panzottis a la capresse muy bien presentados y que fueron muy bien devorados y elogiados, y los acompañé con un tinto exquisito que "matamos" junto a un amigo peñista sin miramientos. De postre una copa de cerezas flambeadas con helado de crema americana fueron un digno broche de oro para una noche a puro deleite, tanto por el lugar, la comida y la compañía de amigos. Todo el crédito para El Catador Templario que fue el que propuso visitar este lugar. Una pena que algunos peñistas habituales se lo hayan perdido, pero habrá oportunidad de repetir, ésta fue una grata sorpresa, que sin lugar a dudas merecerá la revisita.
La primera impresión al cruzar la preciosa puerta vaivén que dejó afuera el frío de la noche podría resumirse en una rara mezcla entre la admiración y el miedo. Voy a dejar que mi compañero peñista se explaye en cuanto al edificio, pero adelanto que la admiración viene por ese lado: el lugar es imponente, muy bien decorado, iluminado, es cómodo, cada detalle está cuidado tanto en las mesas, en la carta, los baños, la atención... y acá es donde entró a jugar el miedo... ante tanto lujo, me corrió un frío por la espalda al pensar en lo que sería enfrentar los precios. Abrí con mano temblorosa la carta, mientras la otra mano se iba instintivamente a la billetera como si tratara de protegerla. En el último segundo crucé una fugaz mirada con Marco Polo, que desde un cuadro que gobierna el lugar pareció reírse de mí de antemano. Imaginé un plan para nuestra huida masiva, pensé aplicar la excusa de alguna noticia funesta o algo así para ganar la puerta y terminar en algún lugar más acorde a nuestros castigados bolsillos de asalariados... y entonces vi los precios y me relajé. Tranquilos peñistas, si bien no me atrevería a calificar al lugar como "barato", los precios son una grata sorpresa para lo que uno puede esperar de un restó de muy buen nivel como éste. Ya sin miedos, le entré a las pastas, comí unos panzottis a la capresse muy bien presentados y que fueron muy bien devorados y elogiados, y los acompañé con un tinto exquisito que "matamos" junto a un amigo peñista sin miramientos. De postre una copa de cerezas flambeadas con helado de crema americana fueron un digno broche de oro para una noche a puro deleite, tanto por el lugar, la comida y la compañía de amigos. Todo el crédito para El Catador Templario que fue el que propuso visitar este lugar. Una pena que algunos peñistas habituales se lo hayan perdido, pero habrá oportunidad de repetir, ésta fue una grata sorpresa, que sin lugar a dudas merecerá la revisita.
EL CATADOR TEMPLARIO
Cita en su primer capítulo: "Aquí empieza la rúbrica de este libro denominado: la división del mundo"
Y no tanto como para hacer una división propiamente dicha, pero si hubo alguna opinión dividida entre los que nos adentramos en el local de Marco polo esa ventosa noche. Algunos aventurados, osados que se adueñaron de la mesa que coincidía con el número de comensales. Otros quienes al momento de entrar se miraron entre sí como prediciendo que esa iba a ser una noche para que las billeteras sangren al ver la decoración y la "puesta en escena" del restó.
Es que cuando uno se adentra en este antiguo edificio conocido desde otras épocas como Casanello está explorando otros tiempos. Al recorrer sus recovecos y tocar sus amplias paredes, cotejar la altura de sus techos, lo exquisito de sus aberturas uno se puede hacer una idea de como se construía antaño, los materiales, las edificaciones destinadas a perdurar.
Ante tanta demostración de arquitectura no hay mucho para aggiornar el tema y con muy poca decoración el ambiente se puede convertir en un lugar más que adecuado para el disfrute de una velada o de una tarde cafetera. Juego con cierta ventaja debido a que en otras oportunidades conozco el edificio a raíz de una actividad pasada pero me fue muy grato reencontrarme con él y verlo tan acogedor.
Quizás entre tanta observación del entorno tardé en darme cuenta de un par de aciertos de la oferta gastronómica, el menú es reducido pero efectivo y el precio no es barato pero tampoco te mata. Falta algo de oferta si no querés caer en platos con carne. Personalmente comí una ensalada de rúcula con queso y en los postres patiné de lo lindo al elegir unas cerezas que me resultaron escasas pero apetecibles.
Redondeando la noche salimos a veredear y a iniciar la despedida. Detrás nuestro se alzaba el Edificio Casanello, orgullo y patrimonio arquitectónico de la Vera Cruz y desde adentro del mismo nos saludaba la imagen de Marco Polo, como lo habrá hecho al zarpar desde su Venecia natal.
Arrivederci Don Marco!
Y no tanto como para hacer una división propiamente dicha, pero si hubo alguna opinión dividida entre los que nos adentramos en el local de Marco polo esa ventosa noche. Algunos aventurados, osados que se adueñaron de la mesa que coincidía con el número de comensales. Otros quienes al momento de entrar se miraron entre sí como prediciendo que esa iba a ser una noche para que las billeteras sangren al ver la decoración y la "puesta en escena" del restó.
Es que cuando uno se adentra en este antiguo edificio conocido desde otras épocas como Casanello está explorando otros tiempos. Al recorrer sus recovecos y tocar sus amplias paredes, cotejar la altura de sus techos, lo exquisito de sus aberturas uno se puede hacer una idea de como se construía antaño, los materiales, las edificaciones destinadas a perdurar.
Ante tanta demostración de arquitectura no hay mucho para aggiornar el tema y con muy poca decoración el ambiente se puede convertir en un lugar más que adecuado para el disfrute de una velada o de una tarde cafetera. Juego con cierta ventaja debido a que en otras oportunidades conozco el edificio a raíz de una actividad pasada pero me fue muy grato reencontrarme con él y verlo tan acogedor.
Quizás entre tanta observación del entorno tardé en darme cuenta de un par de aciertos de la oferta gastronómica, el menú es reducido pero efectivo y el precio no es barato pero tampoco te mata. Falta algo de oferta si no querés caer en platos con carne. Personalmente comí una ensalada de rúcula con queso y en los postres patiné de lo lindo al elegir unas cerezas que me resultaron escasas pero apetecibles.
Redondeando la noche salimos a veredear y a iniciar la despedida. Detrás nuestro se alzaba el Edificio Casanello, orgullo y patrimonio arquitectónico de la Vera Cruz y desde adentro del mismo nos saludaba la imagen de Marco Polo, como lo habrá hecho al zarpar desde su Venecia natal.
Arrivederci Don Marco!
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